Los conductores estamos llenos de manías y costumbres. Muchas de ellas pueden provocar averías importantes que, siguiendo una serie de consejos y buenas prácticas, se pueden evitar.
Averías provocadas en el coche por uno mismo más comunes
Un factor a tener en cuenta y que muy pocas veces caemos en ello es en el control de la temperatura en el momento de acelerar. Cuando el coche ha estado parado un tiempo, el aceite se queda en el fondo del cárter. En el arranque, el propulsor necesita unos segundos para que este aceite adquiera temperatura y comience a circular. Por eso, acelerar con el motor frío ocasionará un desgaste innecesario del interior del motor llegando a reducir su vida útil hasta un 50%. ¿Cómo solventamos este problema? Lo ideal es que esperar diez segundos antes de emprender la marcha e ir acelerando de forma progresiva.
Otra mala costumbre que puede ocasionar un excesivo desgaste del sistema de embrague es la de mantener pisado el embrague cuando paramos en un semáforo, ya que siempre se produce cierto rozamiento en sus partes internas. Lo mejor en estos casos es poner el coche en punto muerto.
Pisar mucho el freno en bajadas prolongadas puede provocar un desgaste de los discos y pastillas, deformaciones en los discos (que ocasionarían fuertes vibraciones en el volante al frenar) y ofrecer una menor resistencia a la fatiga. Por estos motivos, lo mejor cuando bajamos fuertes pendientes es utilizar marchas cortas.
También suele ser frecuente circular con el motor bajo de revoluciones. En el catalizador y la válvula EGR se acumulará más carbonilla y su vida útil podría reducirse hasta un 50 %. Además, en motores con muchos años, el sobreesfuerzo del propulsor podría provocar daños en piezas como los casquillos del cigüeñal, cuya reparación puede llegar a superar los 1.500 euros. Para evitar este problema es conveniente mantener el motor siempre a un régimen en el que notes que el coche responde de forma contundente a poco que pises el acelerador.
Otra práctica muy común es la de apagar el motor de golpe después de haber sometido al coche a un esfuerzo importante. Si detenemos el motor sin dejarlo reposar, el aceite que queda acumulado en él tenderá a carbonizarse, provocando que el turbo se averíe. Por eso, después de haber circulado durante un largo tiempo, basta con que esperes en torno a un minuto antes de detener el motor. En ese tiempo el sistema de refrigeración y la propia circulación del aceite rebajaran la temperatura del turbo, reduciendo el riesgo de avería en más de un 90%.
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